Y ELLA

Hizo raudales de su erosión pensante. Delineo minuto a minuto el camino de infatigable esperanza. En su sentir, anduvo en el suave vaivén de los recuerdos. El dulce transcurrir de su espiritualidad, fue roto abruptamente por su inquietante voluntad. He de anteponerme a la dulce ensoñación; vivir o morir, susurró a sus propios oídos. En dicha invocación se hallaba. Divorciada del ímpetu de su imaginación, deambuló entre las callejuelas que se adentran en el campo nocturnal. Un tímido perfume floral embriagaba su alma confortando amorosamente el corazón. Herida por el desprecio, miraba a través del amplio ventanal. Sin discurrir, contempló el límpido follaje y explayó a viva voz: ¡Óyeme! ¡Oh, tierra estática! Deja que la yema de mis dedos Cubra de mieles tus cielos. Pinte de verde aurora tus largos cabellos Y de filamentos dorados el iris de tus sueños. ¡Oh, madre bendita! ¡Tierra del alma! Sangre pura De hieles y azucenas. Ven, hiéreme, lastímame Quema de una buena vez
El rescoldo de amor vencido Ese que yace en mi pecho dormido. Punta de lanza Trizas del alma.
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