LA MUERTE DE "CECIL"

L’affaire de Cecil llaman en las redes sociales al caso de un conocido león africano que murió debido a las heridas que le proporcionó un dentista estadounidense que pagó una gran suma de dinero, de forma ilegal, para matarlo. Hago la aclaración que fue ilegal, porque resulta difícil creer que también se les puede matar de forma legal, para ser exactos 250 leones son cazados legalmente todos los años en África.
Se ha generado controversia ya que algunas personas se preguntan qué corona ostentaba este “rey de la selva” que lo hacía distinto a los otros leones. En eso tienen razón, se trataba de un animal con un nombre humano, considerado un amigo y una atracción turística; todo esto está mal. Eso de decir que era un amigo es llevar las cosas demasiado lejos y ya raya en lo absurdo, pero también es absurdo sentirse peor por éste leon solo porque tenía un nombre o porque no lo mataron legalmente, como a los otros 250 de su especie.
Es difícil de entender, imposible sería una palabra más adecuada, para los que somos amantes de la naturaleza, los motivos que hacen que una persona quiera matar a un animal por puro placer. ¿Será que es el dinero lo que nos corrompe?, hago la pregunta porque no cualquiera paga 50 mil dólares por ir a matar, sacarse una foto y colocar la piel o la cabeza como trofeo en su casa. Definitivamente son personas distintas a la media, con poder para hacerlo y por lo general dicen ser amantes de los animales.
Hace algunos años, mi entonces jefe me pidió localizar a un taxidermista, era mi primer día de labores y cuando me lo presentaron sacó de su bolsillo un periódico en donde hablaban de un taxidermista que trabajó en Estados Unidos. Tuve que posponer mis actividades y darme a la detectivesca tarea de encontrarlo, y lo hice. Cuando platiqué con el taxidermista me contó que ha hecho trabajos para mi exjefe y su hermano. Se trata de personas adineradas, en su oficina, que ocupaba todo el último piso de un edificio dedicada a la presidencia, se podían observar algunas pinturas enormes de jaguares, su animal favorito, me pregunto si alguna vez le dispararía a alguno para colocarlo como trofeo, sé que tiene al menos seis ejemplares vivos que utiliza como atracciones turísticas y que hasta un pequeño jaguar aparece en los logos de la empresa, además de decorar sus residencias con animales muertos.
En otra ocasión me ordenaron atender a un fotógrafo famoso, uno de los mejores que ha habido en el país; como me gusta la fotografía de animales aproveché para ver si le podía aprender algo al maestro, hablamos varios días. El fotógrafo era además miembro de la junta directiva del zoológico nacional y por ser una persona de avanzada edad, sabía anécdotas de otros tiempos y se divertía contándomelas. En una de nuestras conversaciones relató sobre sus dos viajes a África como fotógrafo de safari, resulta que un millonario, dueño de un conocido zoológico al que uno puede ingresar con todo y automóvil, le pagó los dos viajes, su trabajo era documentar con fotos profesionales la cacería. Y me dió muchísima cólera, porque no solo es un cazador, sino que además utiliza animales como atracciones turísticas y parte de sus ganancias las utiliza para darse el gusto de ir a matar animales a otros continentes. Ojalá las personas que visiten parques de este tipo se detuvieran a pensar en esto antes de pagar su entrada con la mejor de las intenciones.
Una vez fui a hacer una visita veterinaria a un lujoso apartamento, cuando llegué la señora todavía no estaba y le dije a los empleados que esperaría a que llegara. Era una casa lujosa, la sala estaba decorada con buen gusto, habían esculturas, pinturas y libros sobre arte en las mesas. Lo único que me pareció fuera de lugar fue un gigantesco colmillo de elefante de por lo menos dos metros. Cuando la señora llegó pude ver la relación tan especial que tenía con sus dos caniches, no me queda la menor duda de que el dicho “vida de perro” es muchas veces mal aplicado; es que la señora los trataba como hijos. Antes de retirarme le pregunté si eso era lo que yo pensaba y me confirmó que su padre fue cazador.
Lo que puedo concluir es que no sé qué es lo que motiva a estas personas a cazar, a malgastar cantidades obscenas de dinero al que se le podría dar tantos buenos usos, simplemente no lo sé. Estoy seguro de que no se trata de monstruos, sino de personas comunes y corrientes, generalmente con recursos, educación y una posición social privilegiada.
Queda la duda del porqué son también generalmente amantes de las mascotas y de los caballos. El que fuera y siga siendo un deporte de la realeza le proporciona a la cacería un estatus de exclusividad. En otras palabras, el dinero tendrá mucho que ver, pero es muy probable que sea la maldad simple y llana la culpable de dejar salir al animal depredador que llevamos en nuestros genes; un título, ya sea nobiliario, honorario o académico no garantiza nada.
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Foto de Cecil mientras perseguía un camión con turistas en Zimbabwe: Thomas Joyce, BBC.