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MI DIENTE DE LECHE






Era ya de noche y mi hermanita Gigi había llorado toda la tarde. No era que le doliera algo, ella era así.


Podía llorar horas enteras botando unos lagrimones enormes. Yo trataba de consolarla y para eso le hacía mil de morisquetas, y ella entre llanto y llanto me miraba con sus ojotes enormes llenos de lágrimas y se mataba de risa a solas conmigo, solo para después seguir llorando.


En pocas palabras lloraba de puro engreimiento.Toda una actriz. Yo creo que esa era su forma de dormirse, siempre lloraba hasta quedarse dormida. Incluso cuando la chola Leonor le cantaba lindas canciones de cuna en quechua, la Gigi si bien dejaba de llorar a gritos, el puchero nunca abandonaba su carita de ángel. Los bucles de sus sienes sudorosos y sus mejillas llenas de color de tanta lloradera, con su chupón en la boca por fin se quedaba dormidita...y así dormidita era más linda todavía. Dios mío....pensaba viéndola así dormida.... como quiero a mi hermanita...


- Tu tía Adita quiere que la acompañes mañana a cobrar a la fábrica del Callao –

me dijo mi papi - ¿Tienes ganas de acompañarla? – me preguntó…


- ¡Claro Papi ! le respondí aplaudiendo al mismo tiempo que daba otra vez de

saltitos de pura emoción. A mi me encantaba estar con mi tía Adita. Ella era tan

linda y buena conmigo, era como mi segunda mami, yo la quería horrores , por eso ella era mi “madrinita” y yo era su “ahijadito”.


Yo ya me había puesto mis pijamas y lavado los dientes y estaba cabeceando de cansancio en el sillón al costado de mi papi. En la tele había empezado “Un Paso al más Allá”. Mi papi me cargó y me llevó así cargadito a mi cama en donde me acostó, y después de arroparme y darme un beso me dijo:

- Que duermas bien Cochocho, mañana te dejo donde tu tía Adita para que vayas con ella al Callao, ¿ OK ? –

- Ok, papi – le dije - ¿Te puedo pedir un favor ?

- Por supuesto, Cochocho ¿de qué se trata?

- ¿Puedo cambiar mañana las cajas de Kolynos por los muñequitos de Disneylandia en la lavandería del parque Amoretti?

- Pero nó si vas solo. –dijo mi papi.

- No, le puedo pedir a Luchita o al Teodoro que me acompañen, pero necesito además dos soles.

- Eso no es problema Cochocho acá te los dejo en tu mesita de noche, y ahora a dormir…Hasta mañana. -

- Gracias papi, hasta mañana…


Al día siguiente me desperté tempranito y después de desayunar me puse a jugar con mi hermanita. Yo trataba de enseñarle a la Gigi a regir, o como decíamos nosotros a chuzar.Yo te la chuzo decíamos, a la seca o a la yankempó. Había que sacar piedra, papel o tijeras. La Gigita estaba muy chiquita y ella no solo siempre chuzaba después que yo (el juego consiste en regir siempre al mismo tiempo) sino que además siempre sacaba papel, y se mataba de risa a carcajadas. Yo ya estaba perdiendo la paciencia y le volvía a explicar cómo era el juego, volvíamos a chuzar, y ella volvía a sacar papel y volvía a matarse de risa. Yo me mataba explicándole y volvíamos a regir …y ella otra vez papel y otra vez su risa imparable que al final a mi también me contagiaba, volvimos a chuzar… ¡y otra vez papel! Esta vez explotamos los dos en un ataque de risa imparable. Yo que me estaba riendo hasta más no poder cuando de pronto siento algo en mi boca, llevo mi mano para ver lo que es y noto que es un diente de leche que está a punto de caerse. Estaba casi en el aire, solo necesité sujetarlo y ni bien lo agarré ya estaba en mi mano. Yo abrí los ojos grandazos al ver el diente en mi mano y la Gigi también, pero luego al ver el hueco en mi sonrisa le volvió a entrar un ataque de risa imparable…y por supuesto a mi también.


-Ven Gigita – le dije - ayúdame a buscar un lugar para ponerle el diente al ratoncito -

le dije.

-Ya, acá - me dijo señalándome la escalera.

-No Gigita no lo puedo poner en la escalera, hay que esconderlo .- le dije a mi hermanita.

Y luego confirmando su enorme vocabulario, me volvió a decir: -Ya, acá – ésta vez agachándose ( lo más que podía, porque con pañales y calzón de plástico encima le era muy difícil) señalándome debajo de la radiola .

-Espera Gigita - le dije - primero vamos a lavar mi diente. - añadí...


Corrimos al baño y lavé mi diente con agüita y después de secarlo lo metí en una cajita de fósforos “Llama”. La Gigita empinándose lo más que podía, sujetándose con su manitos del lavabo, miraba atentamente todo con sus enormes ojazos.


Bajamos las escaleras y fuimos a la sala y puse la cajita de fósforos delicadamente en el marco de la ventana que daba a la calle.


-Ya está – le dije a Gigi- espero que el pericote lo encuentre ahí.. y ojalá me deje muchos soles a cambio, porque me he portado muy bien.

- Cochocho… – llamó mi papi.

-Acá estoy papi en la sala con la Gigi – le respondí.

-¿ Ya estás listo para ir donde tu tía Adita? - preguntó ….

-Un ratito papi no me demoro nada…..añadí. Subí corriendo las escaleras y me lavé las manos y estaba peinándome apurado cuando entró mi papi.

-Ven acá para peinarte – me dijo, y sacando su peine del bolsillo trasero del pantalón empezó a poner orden en el único mechón de pelo que tenía porque yo usaba corte alemán. Luego me echó como siempre un poco de su Old Spice y listo.

- Papi mira – le dije, levantándome el labio superior con los dedos para que pudiera ver que había perdido un diente.

- Mira tú pues – dijo- finalmente se te cayó. Felizmente se ha caído rápido, y no lo has movido mucho, porque sino el nuevo diente te crece chueco.

- No papi – le dije – se salió asi nomás suavecito….no dolió nada….

- ¿Y sabes dónde está ? ¿Se lo has puesto al ratón? – preguntó.

- Claro papi – lo hemos escondido con la Gigita en la sala.

- Ojalá que lo encuentre el ratón. La sala es un buen sitio pero lo más importante es ponerlo siempre pegadito a la pared, porque los ratones tienen sus casas en huecos en los zócalos de las paredes y caminan siempre a lo largo de las paredes. No se atreven a cruzar lugares abiertos.

- ¿Lo has puesto pegado a la pared, no? - Preguntó.

- No, creo que no papi, lo he puesto en el marco de la ventana.

- Vamos – dijo mi papi….te voy a ayudar a esconderlo. Yo conozco un sitio estupendo. - Ven enséñame dónde está tu diente. –


Bajamos a la sala y trepándome al sillón y moviendo a un lado la pesada cortina saqué la cajita de fósforos del marco de la ventana. Se la dí a mi papi. El abrió la cajita y dijo: - ¡Pasumachu, qué tal dientazo! Por éste sí que el ratón te va a poner alguito.

-Ven Cochocho, vamos al bar-. Caminamos por el Hall de entrada, pasamos el jardincito interior con paredes de vidrio, cruzamos el comedor y ahí detrás estaba el bar.

- Pon la cajita aquí – me dijo mi papi ,señalándome un huequito entre la parte de atrás de su bar y la pared. - Por acá caminan siempre los ratones camino al jardín -

- Gracias papi – le dije - Ahora sí que el ratoncito lo vá a encontrar.

- Bien, vamos Cochocho, que tu tía Adita debe de estar esperando. –

Cuando llegamos a la casa de mi madrinita, me despedí de mi Papi y me bajé corriendo... Toqué el timbre, y me abrió la Bárbara. –Buenos días niño Bilsito – me saludó......

-Hola Bárbara ¿Donde está mi madrinita? Le pregunté..

-Está en la cocina, niño Bilsito - …respondió. Yo corrí a la cocina y al verla me colgué de su cuello dándole un besote con abracito.

- ¡Hola mi amor ! Qué elegante que estás hoy día – me dijo - ¡ y que oloroso ! añadió….

- Tu también estás linda madrinita – le dije.

- Bién, vamos porque sino nos va a cerrar la fábrica.-dijo.


Ella me llevó de la mano hasta la Av. Brasil y ahí esperamos al tranvía N°3 que venía de San Miguel. No había que esperar mucho. Ir al Callao en tranvía era todo un viaje. Tenía que recorrer primero toda la avenida Brasil y después de la Plaza Bolognesi seguía por la Av.Alfonso Ugarte hasta la Plaza 2 de Mayo. Ahí en la estación de La Colmena tomábamos el tranvía interurbano N°2 que iba a lo largo de la Av. Colonial en direccion a Carmen de la Legua, después venía el cementerio Baquíjano y luego a través de Bellavista llegaba finalmente a la Av. Saenz Peña en el Callao. La línea seguía hasta La Punta. A mi me encantaba viajar en tranvía. Era toda una aventura. Se bamboleaba de izquierda a derecha y daba también acelerones bruscos ahí donde los rieles estaban derechos. Para bajar no había que apretar botón sino había que jalar de un cordel que iba a lo largo del vagón, arriba en la pared. Cuando jalabas sonaba un timbrazo que parecían las campanas de un reloj despertador para sordos. Por supuesto yo era el encargado de jalar el cordel a la hora de bajar, para eso me tenía que subir un poco en el asiento. Mi tía bien buenita me había dejado el lado de la ventana. En tranvía se viajaba muy despacio y había tiempo de sobra para contemplar la ciudad a su paso. Lima era preciosa.


Había en ese entonces muy poco tráfico y lo dirigía magistralmente la Policía de Tránsito con sus inconfundibles cascos blancos de ala redonda que parecían ollas.


Por eso es que la gente los apodaba “cabeza de yeso”. Eran unos maestros en el arte de tocar el pito. Hacían miles de sonidos distintos, parecía que hablaban con el pito. Los treinta de agosto, el día de Santa Rosa de Lima, patrona de la Policía todos los guardias de tránsito tenían libre y el tráfico lo dirigían los Boy Scouts. Nunca hubo problema alguno, la población tenía una enorme formación cívica, incluso era curso obligado en los colegios: Educación Cívica. Yo conversaba de lo lindo con mi tía, cuando una voz nos interrumpió:


- Boletos por favor – Era el boletero que se denominaba Inspector, con todo un uniforme y hasta gorra con visera acharolada y un perforador colgando de una cadena en la cintura. Mi tía abrió la cartera y me dio los boletos para que fuese yo quién se los diera. El controlaba la hora porque en la casilla con la hora hacía la perforación.


Llegamos a la Av. La Colmena que era lindísima. Ahí estaba el Hotel Crillón y el Hotel Bolivar. Toda la gente elegantísima. Los hombre con terno y muchos hasta con sombreros. Las mujeres todas damas elegantes vestidas especialmente para ir al centro, para tomar un café en la Botica Francesa o visitar las Galerías Bossa, las tiendas Oeschle o Kelinda, y ver en los escaparates de la Casa Murguía. Que linda que era mi Lima. No solo el centro sino toda Lima. El Zoo de Barranco, la pileta iluminada del Ovalo de Miraflores con juego de agua y luces de colores, la playa de la Herradura, la laguna del Olivar, el aeropuerto de Limatambo con su rampa de acceso, el Autocine con sus restaurantes El Chalán y El Tumi en la entrada.El nuevo hipódromo de Monterrico. Como quería yo a mi Lima. (Ese amor está hasta ahora intacto).


Por fin llegamos al Callao y nos bajamos en la Av.Saenz Peña. Ya se veía la Cervecería enorme pintada de gris. Toqué el timbre, por supuesto yo, y en eso se abrió la puerta. Entrando empezaba una escalera como de mármol, muy larga y más bien angosta. Yo me preguntaba siempre quién abría la puerta, porque cuando se abría no había nunca nadie, hasta que descubrí que por debajo del pasamanos corría también un cordel hasta el pestillo de la puerta, así que abrían la puerta jalando el cordel desde arriba. ¡Otra vez cordel! Pensé feliz de haberlo descubierto.


Una vez arriba estaban las oficinas un poco estrechas pero típicas, incluso las ventanas del pagador. Las oficinas de la Cervecería me recordaban siempre a las oficinas del “Daily Planet” de mis chistes de Superman. Yo estaba sentado tranquilito esperando que mi tía cobrara el efectivo en eso vino una de las secretarias que me conocía porque yo había acompañado muchas veces a mi mami, se sentó a mi lado y me convidó una gaseosa. Una Bidú Kola bien helada, cosa que yo le agradecí mucho. Después vino mi tía y después de conversar un rato con ella, nos despedimos. Bajamos las escaleras y salimos. Cruzamos a la vereda de enfrente para tomar un Taxi, porque mi tía tenía un montón de efectivo en la cartera. Ahí había una dulcería y mi madrinita me compró un chupete de caramelo, de esos paleta, grandazo, amarillo y con un espiral de fresa hasta el medio. Yo la miré medio sorprendido cuando me lo dió, porque era de verdad bien grandazo…


- Es por el diente que has perdido ahijadito.- me dijo dándome un beso. Si el pericote no te trae nada por lo menos tienes tu chupetón.- añadió

- Gracias madrinita – le dije


Una vez de regreso me despedí de mi tía y le agradecí por todo, y después de cambiar en la lavandería mis muñequitos del los tres sobrinos del Pato Donald y de Pluto para mi colección , la Bárbara me dejó en mi casa.


A la mañana siguiente me desperté y antes de lavarme siquiera, bajé corriéndo las escaleras hasta el bar de la casa. Con el corazón en la garganta agüeité detrás del bar. La cajita de fósforos seguía ahí en su sitio, pero… ¿la había visitado el ratón?


Léntamente metí la mano y la saqué, el corazón me latía a todo dar….más lentamente aún la fuí abriendo procurando no ver lo que había adentro. De pronto no pude más y al girar la cabeza puede ver un billete verde dobladito adentro. Lo saqué con mucho cuidado y dejando la cajita de lado pasé a desdoblarlo…¡Eran Cinco Soles!


¡Era mi primer billete!…Hasta ahora solo había tenido moneditas y ahora era casi millonario. Qué bueno que había sido el ratoncito conmigo.


Subí corriéndo y le conté a mi papi. El se mataba de risa mientras trataba de tranquilizarme un poco, porque yo estaba verdaderamente bien exitado.


¡Qué feliz que era!: Tenía un chupete enorme, tenía mis muñequitos de Disneylandia, poseía un billete de 5 Soles, y lo mejor de todo.hoy día llegaba mi mami del viaje.


¡Qué más se podía pedir! En eso entra la Gigi al cuarto de mis papis y me pregunta:

-¿Yan…kem…po...ya?

- OK - Le dije y escondimos nuestras manitos atrás.

Yankempo - dijimos los dos, y esta vez ella sacó tijeras…yo tenía papel, ¡ella había ganado!

Yo cargué a mi hermanita y nos tumbamos en la cama matándonos de risa los tres. Dios mío ¡Cómo quiero a mi hermanita!



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Foto de caja de fósforos La Llama de 1950: www.scoopnest.com



 
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