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SE HIZO EL MILAGRO

El estruendo de las bombas era espantoso. La mujer se tiró al piso y su esposo sobre ella protegiéndola toda con su cuerpo. Nubes de polvo invadían la habitación y el retumbar de las paredes y el crujir de las vigas hacían presentir lo peor. De pronto cesó el ataque. Esperaron unos minutos antes de levantarse. Cuando se acercaron a la ventana pudieron ver la devastación de su pueblo. Nubes de polvo ocultaban parcialmente toneladas de escombros en lo que antes había sido una de las calles más bien cuidadas de la ciudad de Talik, donde vivían. Todo destruído, ruinas por doquier el ojo pudiera ver.

Hacía seis meses que la mujer le había dado la buena noticia a su esposo de que estaba embarazada. Jamás se hubieran podido haber imaginado que medio año después sucedería algo así, ahora peligraban incluso sus vidas. El, al igual que su padre, se había ganado siempre la vida con trabajos de carpintería y tenía su taller en casa. Ahora todo estaba bajo los escombros, todo destruído por las bombas de los asesinos, ya no quedaba nada por salvar.

-Hemos perdido todo mujer- dijo el hombre

-Ha llegado el momento de partir- añadió.

-¿Te olvidas quizás que estoy embarazada? Preguntó su mujer y añadió:

-Tengo miedo por el bebé, no quiero que le vaya a pasar algo-

-Si nos quedamos acá mujer, no llegaremos a conocer a nuestro hijo, moriremos todos-

Cogieron lo que pudieron salvar, el dinero que tenían ahorrado, un poco de carne seca de cabra, un botellón con té, ropas de abrigo para la noche y un par de documentos personales, eso fue todo, todo el resto de su vida pasada quedo semi-enterrado bajo los escombros de su casa.

Partieron a pie en dirección norte hacia la frontera con Turquía. En el camino pudieron apreciar la magnitud de la destrucción infligida a su hermosa ciudad. Muchos cadáveres permanecían aún en las calles mientras ellos sujetándose de las manos continuaban con los ojos llenos de lágrimas su camino hacia el norte.

Atravesaron campos minados y terrenos abiertos expuestos a francotiradores. Escucharon muchas veces el silbar de las balas sobre sus cabezas. Siguieron la ruta al norte a pie, a veces ayudados en el trayecto por algún camión, camioneta o auto que llevaban el mismo destino. Después de varios días arribaron por fin a la frontera y de allí hasta el campo de refugiados de Suruc donde por fin pudieron descansar y recuperar un poco sus fuerzas. Hacía frio en la carpa de noche y las lluvias habían convertido todo el campo en un lodazal. El esposo que había hecho unos contactos con otros refugiados le dijo a su mujer:

-Aquí no nos podemos quedar, no tenemos la posibilidad de ayuda médica adecuada y las noches son muy frias y no quiero ni pensar como será en invierno- y añadió

-Hay unas personas que salen mañana en dirección a la costa y de allí en barco a Europa.

Su mujer asintió con la cebeza y le dijo:

-Tu sabes que es lo mejor para nosotros, esposo mío, hágase tu decisión y que Dios nos proteja.

Al día siguiente partieron en un ómnibus fletado en dirección a la costa y de ahí en un barco pesquero totalmente venido a menos se enbarcaron de noche con dirección a la isla de Griega de Lesbos. Esto les había costado casi todos sus ahorros. El tenía mucho miedo porque nunca había aprendido a nadar. No temía por su vida sino por su incapacidad de poder ayudar a su mujer en caso sucediera algo. El la amaba por sobre todo y ella llevaba en su vientre al fruto de ese amor. Una vez a bordo se agarraron de las manos y encomendaron sus almas a Dios para que los ayude en el trayecto. Horas después ante las costas de la isla, ancló el barco y lanzando botes de goma al mar empezaron a ordenar a los pasajeros que los abordaran. Estos malditos traficantes de seres humanos, estaban armados, asi que mejor era acatar sus órdenes. Uno a uno fueron abordando los sobrecargados botes de goma, ellos también lo hicieron. Luego el barco levantó sus anclas y abandonó el lugar dejando a la pobre gente a la deriva, en medio de la profunda oscuridad de la noche.

Pasadas unas horas una luz se aproximó desde el horizonte. Con potentes luces buscaba en la superficie del mar hasta que la luz dió con ellos. Era un yate de un grupo de buenos samaritanos ingleses que ayudan día a día a los pobres refugiados salvando a muchos de una segura muerte en alta mar. Luego del transbordo los llevaron a un lugar seguro en la costa. Recibieron primero un buen desayuno y después la posibilidad de una ducha caliente y ropas secas. Con mucho amor buscaron ropa para embarazada hasta que la encontraron y por primera vez en su vida ella vistió un pantalón elástico y ellos dos tuvieron la oportunidad de cambiar sus gastadas sandalias por medias y zapatillas.

Al día siguiente partieron en barco de la marina Griega hacia la Europa continental. Inmediatamente después de su llegada fueron embarcados en ómnibus con dirección a la frontera con Macedonia. Después de cruzar la frontera durmieron en el suelo de la estación de tren esperando al tren para refugiados de la 7am.

El tren los trajo hasta la frontera con Serbia. Cruzaron la frontera a pie y se unieron a un grupo de refugiados que en marcha se dirigían todos con dirección al norte. No habían comido nada y no querían abandonar la protección del grupo. Mucha gente les gritaba improperios, los escupieron, incluso fueron más de una vez vapuleados por multitudes enardecidas sin respetar siquiera su embarazo. Por otro lado, otras personas los ayudaban y les traían algo de comer y de tomar hasta el borde del camino. Ella nunca olvidará que recibió una taza de leche caliente y un pan grande de una campesina Serbia que hablándole en un idioma incomprensible le decía algo sobre su futuro hijo, supuso ella, porque con una mano le hacía cariños en la barriga y reía contenta.

Ella le agradecía siempre a Dios por ponerle gente buena en su camino. Después de atravesar Serbia siguió Hungría y Austria. Sus recursos ya se habían agotado por completo y estaban ahora 100% a expensas de ayuda externa. Pero el gobierno austríaco les brindó todo lo que necesitaron y después de unos días fueron entregados a las autoridades alemanas.

Por fin arribaron a la oficina de registros y solicitud de asilo para refugiados en la ciudad de München. Entraron los dos en la habitación donde los esperaba un empleado público y un traductor. Amablemente les pidió que tomaran asiento y paso a revisar sus pasaportes y otros documentos personales. El traductor les iba traduciendo todo.

Después de terminadas las formalidades del caso el empleado dijo:

-Necesito por favor los nombres de pila de ustedes dos acá y acá…

Ellos escribieron:

خوسيه y ماريا

Al no poder entender en árabe, preguntó el empleaado al traductor:

- Necesito poner debajo sus nombres de pila en forma legible, ¿Me los puede decir?

- Sí, por supuesto respondió el traductor.

- El señor se llama José y ella María…

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Foto: Proporcionada por Billy Jones.

 
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